La frase del título es de Albert Einstein y ejemplifica muy bien este tema. Hace ya un año que decidí hacer un cambio laboral totalmente drástico, en comparación con aquello que yo normalmente hacía. Esto con el fin de poder tener un mejor desempeño laboral, salirme de lo habitual y buscar otra forma de trabajar. Así, tener más tiempo para mi familia, estar más cerca de casa, menos tiempo en el tráfico. La verdad de las cosas es que al principio eso fue lo que pensé: hacer un cambio drástico que me diera más beneficios.

 

Después de unos meses empecé a escuchar la frase que ahora uso para el título de este artículo. Me di cuenta de que no estaba tan equivocado: llegué a un lugar en el cual mis socios y colaboradores piensan igual, pero ellos ya habían encontrado las palabras exactas para lo que yo estaba buscando.

Tras unos meses me di cuenta de que aunque uno cambie de aires y en lo personal, en lo laboral se sigue haciendo lo mismo. No importa lo que hagas, siempre hay que vender más: servicios, conocimientos, etc. El punto es que si no tienes cuidado, seguirás haciendo lo mismo, esperando ver resultados distintos y eso no va a pasar. Pero a qué viene todo esto, déjenme contarles…

Durante este 2015, y después de platicar con todo tipo de clientes, (y me refiero a clientes enfocados a empleados, a canales o al cliente final), me he dado cuenta de que, en general, la empresas no están dispuestas a tomar las decisiones correctas para crear un cambio. Tienen quejas desde la clase de empleados que tienen, hasta lo que peor se pueden imaginar.

¿A qué me refiero con un cambio?

Durante estas visitas a clientes, les ofrecemos cómo hacer cambios. Ya sean programas de retención, de reconocimientos a empleados, otros dirigidos al consumidor final y algunos de lealtad, entre otros, la respuesta en general es que les encanta, pero que la empresa (directivos) no está lista para este tipo de modificaciones.

Lo curioso es que todos mencionan que las empresas están hechas de gente y es de lo último que se preocupan. A un gran amigo y socio le encanta usar estas palabras: “si quieres changos, dales cacahuates”. Al final del día eso es lo que pasa. Las empresas quieren tener lo mejor de lo mejor, sin gastarle recursos a lo más básico: la contratación correcta de su gente.

Una salida muy común que hemos escuchado de los mandos medios, es echarle la culpa a los de arriba. Pero bien sabemos que el problema empieza desde abajo.   Hemos visto que en la mayoría de las empresas la gente no quiere proponer una idea o proyecto nuevo por miedo. ¿Será miedo, realmente? ¿O es la comodidad en la que se encuentra uno? Me atrevo a decir esto porque desde mi punto de vista su único miedo es que deben de ponerse a trabajar realmente.

Me platicaba un cliente que no proponía porque “así es como se hacen las cosas aquí”, o “los de arriba no están preparados a tener un programa como el que proponen”. ¿Será así…? ¿Por qué tanto temor si al final lo que hace uno bien, se acaba pagando de alguna manera?

Los dejo con la tarea de analizar cómo se ven ustedes. ¿Están dispuestos a caer en esta locura de siempre hacer lo mismo y esperar resultados diferentes?

Francisco Ramos Cárdenas Artigas